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Había una vez un
sueño que germinó en las orillas del majestuoso lago de Yojoa, donde la tierra
susurraba secretos de fertilidad y vida. En el año 2019, nació Yojoa Chocolate,
más que una chocolatería, un tributo a la naturaleza, a la perseverancia y al
amor por la tierra.

Todo comenzó con
un anhelo en el 2013: sembrar cacao en tierras que fueran hogares para la vida
misma. La búsqueda de tierras fértiles llevó a un descubrimiento mágico en las
cercanías del lago. Allí, la tierra era un lienzo prodigioso, adornado por una
gruesa capa de ceniza volcánica, bendecida con un microclima divino que
regalaba riegos naturales y una biodiversidad deslumbrante. Era un lugar
bendecido por la naturaleza, un santuario único en Honduras.

El lago de Yojoa,
una joya que se alzaba como testigo de antiguas civilizaciones, guardaba
secretos de culturas ancestrales. Su nombre resonaba en los ecos de las
culturas Lencas, Olmencas y Mayas. Yoco-ha, como lo llamaban, era la
acumulación de agua sobre la tierra, un tesoro de sabiduría ancestral.

En ese paraíso,
se sembró la ilusión. Tres parcelas, bautizadas con nombres cargados de
esperanza: Santa Cecilia, San Diego y San José. En ellas, el cacao Trinitario y
Criollo encontraron su hogar, arraigándose en la tierra fértil y promisoria.

La visión era más
que cosechar cacao; era nutrir la tierra, abrazarla en un ciclo de vida y
respeto. Los cultivos agroforestales eran un pacto con la naturaleza, un
compromiso de sostenibilidad y preservación. Yojoa Chocolate se volvió sinónimo
de orgánico, de ecológico, de un lazo indeleble con la madre Tierra. Respetar
la biodiversidad, el bienestar animal, conservar el equilibrio ecológico y
preservar la pureza del agua eran pilares fundamentales.

En cada grano de
cacao, latía el corazón de una historia: la historia de una familia, de un
sueño que arraigó en la tierra y se convirtió en un compromiso. Yojoa Chocolate
no solo era un producto; era el fruto de una relación natural con la madre
Tierra, un tributo al ciclo eterno de dar y recibir.

Y así, entre las
sombras de los árboles, la tierra acogió con gratitud la pasión de aquellos
que, con manos amorosas, labraron un legado de sabor, cuidado y respeto por la
naturaleza. Yojoa Chocolate se convirtió en un símbolo, en un vínculo entre la
tierra y el placer, una historia que se saborea en cada pedazo, donde el cacao
susurra el amor por la tierra que lo nutre.

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